jueves, 2 de mayo de 2013

Un credo Bioetico para particulares


UN CREDO BIOÉTICO PARA PARTICULARES


Van Rensselaer Potter

1.  Acto de  fe: Creo en la necesidad de una acción inmediata que remedie un mundo asediado por tanta clase de problemas.
Compromiso: Me comprometo a trabajar, juntamente con otros, por mejorar la formulación de mis creencias y desarrollar otros credos, semejantes a éste y por unirme a un movimiento mundial que haga posibles la supervivencia y un desarrollo más provechoso de la humanidad, en armonía con el medio ambiente natural.

2.  Acto de fe: Creo que la supervivencia y el desarrollo de la humanidad, tanto a nivel cultural como biológico, se encuentran fuertemente condicionados por las actividades y programas actuales del hombre.
Compromiso: Prometo vivir mi propia vida e influir en la de los demás,  de tal suerte que promueva el desarrollo de un mundo mejor para las futuras generaciones y trate de evitar acciones que pongan en peligro su futuro. 

3.  Acto de fe: Acepto el carácter único de cada ser humano, pero estoy convencido de la necesidad de contribuir apasionadamente a la elaboración de una unidad de sociedad mejor (que el individuo) y en cierto modo, más grande, de forma tal que esté de acuerdo con las necesidades, a largo plazo, de la sociedad.
Compromiso: Por tanto, prometo prestar atención a los puntos de vista sensatos  de otros, sean ellos mayoría o minoría y reconozco la importancia de un compromiso apasionado para producir acciones eficaces.

4.  Acto de fe: Acepto el carácter inevitable de ciertos sufrimientos humanos que resultan forzosamente del desorden natural de los seres sensibles y del mundo físico. Pero no aceptaré pasivamente los sufrimientos que provengan de la pasión inhumana del hombre contra el hombre.
Compromiso: por tanto, prometo hacer frente a mis problemas con dignidad y coraje y trabajar para ayudar a mis amigos, los hombres, cuando se sientan agobiados; trataré de alcanzar la meta de eliminar el sufrimiento inútil que padece la humanidad, considerada como un todo.

5.  Acto de fe: Creo y acepto el carácter definitivo de la muerte, como parte necesaria de la vida. Confieso mi veneración por la vida; mi creencia  en la fraternidad de todos los hombres y el convencimiento de que tengo una obligación con las futuras generaciones.

Compromiso: Por tanto, me comprometo a vivir de tal manera que haga bien a la vida de mis amigos, los hombres presentes y futuros y sea recordado favorablemente por aquellos que me sobrevivan. 

Cristo también fue un embrión

Fragmento de una conferencia pronunciada por el cardenal Darío Castrillón Hoyos en Roma, el 16 de noviembre de 2000. 

Goethe, el polifacético ilustrado alemán, reconocía que “la suprema dicha del ser racional consiste en investigar todo lo investigable y venerar silenciosamente lo ininvestigable”. En el misterio de la Encarnación de Cristo se unen los dos elementos, lo investigable y lo ininvestigable, la ciencia y el misterio.
Tenemos que hacer violencia a nuestra mente para descubrir en el misterio del desarrollo de un embrión humano al Verbo de Dios que se hace hombre. Apenas hoy, 2000 años después del nacimiento de Cristo, estamos en condiciones de describir todas las etapas del proceso del desarrollo del embrión, pero seguimos echando mano de la fe para comprender que el Dios que da la vida, el Creador, el Señor de todas las cosas, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo de la misma naturaleza del Padre1, estuvo presente en todas y cada una de las fases del desarrollo embrionario. Ese y sólo ese es el significado profundo de la frase evangélica: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”2.

Las relaciones profesionales en la bioética (1), por Gloria Tomás


EXPERIENCIA: NOS NECESITAMOS UNOS A OTROS

Es conocida la fábula del elefante, de la que existen distintas versiones. Citemos algunas de ellas:
“Seis hindúes sabios, inclinados al estudio, quisieron saber qué era un elefante. Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el tacto. El primero en llegar junto al elefante, chocó contra su ancho y duro lomo y dijo: «Ya veo, es como una pared». El segundo, palpando el colmillo, gritó: «Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una lanza». El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: « ¡Dios me libre! El elefante es como una serpiente». El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó y dijo: «Está claro, el elefante, es como un árbol». El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: «Aún el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico». El sexto, quien tocó la oscilante cola acotó: «El elefante es muy parecido a una soga». Y así, los sabios discutían largo y tendido, cada uno excesivamente terco y violento en su propia opinión y, aunque parcialmente en lo cierto, estaban todos equivocados”[1].